Antes que nada, aclarar que Bret Hart es, sin lugar a ningún género de dudas, uno de los mejores wrestlers profesionales a nivel técnico de la historia de esta Industria cuya mala suerte como luchador ha sido, muy probablemente, la de coincidir en el tiempo con Shawn Michaels; un luchador, en líneas generales, superior a él y que, sin duda, es por ello uno de los máximos responsables de que el canadiense acabara siendo parcialmente eclipsado en su época y no lograra alcanzar las mayores cotas de grandeza para las que estaba predestinado de no haber coincidido con Michaels en la linea del tiempo.
Protagonista absoluto del que fue, con toda seguridad, el mayor escándalo en la historia de este deporte (el famoso "Montreal Screwjob" del que ya se han escrito incontables oceanos de tinta y del que, por eso mismo, no voy a extenderme más aqui), me he preocupado muy mucho de leer y de "investigar" sobre dicho incidente a lo largo de los años; y entre las muchas fuentes de las que he bebido ha estado, como no, su propio libro, escrito de puño y letra por el propio canadiense, titulado "Hitman", compuesto de 549 páginas y donde se explaya sobremanera, como no podría ser de otro modo, sobre aquel incidente...
... y tanta "investigación", tanta lectura y tanto leer/escuchar a todo el mundo me ha servido para llegar a una conclusión personal que yo tengo muy clara, que me he construido de forma muy sólida y en la que creo fervientemente: no me importa ser la opinión discrepante y polémica en este asunto, y me importa cero las ampollas que esta afirmación pueda levantar pero, en mi opinión, realmente creo que Bret Hart no tenía razón.
En un mal momento como empresa de WWE (WWF en aquellos entonces), siendo ya superada en ratings por WCW y atravesando unos pésimos momentos a todos los niveles que amenazaban con sacar a la compañía del negocio, el por aquel entonces Chairman de la Compañía, Vince McMahon, teniendo como compinches y "cómplices en la maldad" a Shawn Michales, a Triple H y a Earl Hebner (el árbitro de aquella infame pelea), Vince manipulaba el final del combate de Hart contra Michaels, le hacía perder el Título (contradiciendo el final que se había pactado previamente por todos los participantes) y perpetraba así EXACTAMENTE lo que hubo que hacer en aquel momento para garantizar la supervivencia y la continuidad de la WWF/WWE en el negocio de la Lucha Libre Profesional. Ni más ni menos. Te guste más o te guste menos.
No reconocer que cualquiera de nosotros habría hecho lo mismo es un ejercicio de hipocresía e idealismo barato del máximo nivel. Así de simple.
Ver como uno de los Campeones más importantes de tu roster se iba a la empresa de la competencia (que ya te superaba en ratings y beneficios), llevándose consigo el cinturón físico del Campeonato a la empresa rival, habría supuesto un golpe letal (y humillante) a una WWE/WWF ya muy tocada por aquellos entonces; un golpe mortal del que, muy probablemente, le habría costado recuperarse (si es que hubiera conseguido recuperarse de algún modo).
¿Era feo?, si; ¿era horrible?, también; ¿era una guarrada?, totalmente; ¿se merecía Vince el puñetazo en la cara que le propinó Bret Hart después de lo ocurrido?, muy probablemente... pero, sea como fuere, era lo que había que hacer en aquel momento para sobrevivir. Así de simple. Ni más ni menos.
Pero aquí estamos: Han pasado ya 28 años de aquello, Bret Hart tiene ya 68 años de edad y el canadiense continua rezumando rencor y odio como si el Incidente de Montreal hubiera sucedido ayer.
A pesar de que la WWE ha tendido la mano al luchador con gestos de reconciliación, inducciones en el Salón de la Fama, invitaciones a eventos y esfuerzos por hacerle participe y protagonista en muchas ocasiones especiales, la bilis de Bret Hart, lejos de aplacarse, parece haberse agudizado incluso aun más con el paso del tiempo.
En los últimos años, el canadiense parece haber quedado solo para protagonizar airados y rencorosos titulares de prensa en los que critica fuertemente a la WWE y, como pasa en la vida con los sentimientos de odio en general, esa animadversión tóxica parece haberse enquistado, parece haberse encapsulado y se ha expandido ya sin control alguno hacia otras áreas que, en principio, poco o nada tienen que ver con el Incidente de Montreal que había generado su malestar inicial hacia la empresa: el canadiense, casi sin venir a cuento, ya ha pasado hasta a criticar a otros luchadores (muchos de ellos, como Seth Rollins o Gunther, prácticamente niños cuando el Incidente de Montreal sucedía en nuestras pantallas), a miembros de la directiva y a cualquier mínima cosa, en definitiva, que huela a WWE en general.
Y es una pena. A pesar de todo, Bret Hart podría haber quedado en los anales de la historia como una Leyenda para recordar en tiempos venideros... y que no se me malinterprete, seguro que va a ser así pero, al mismo tiempo, el propio luchador se esta encargando de eclipsar ese sentimiento con una nube negra implacable de rencor y de odio con la que corre el riesgo de, demás de pasar a la historia como una Leyenda, hacerlo también simultáneamente como un viejo amargado que fue incapaz de superar un momento de su carrera por el que ya se le ha pedido perdón por activa y por pasiva, un momento de la historia por el que ya se le ha compensado con creces y con reconocimientos de todo tipo y un momento de la historia en el que, se ponga como se ponga, jamás tuvo razón.